Admirada por sus seguidores como una estrella carismática y auténtica, y criticada por detractores que la consideran provocadora y divisiva, Reese se destaca en una cultura deportiva que a menudo exige a las mujeres negras ajustarse a ideales de modestia y discreción. Ella, sin embargo, adopta una identidad audaz, caracterizada por un estilo llamativo, gestos desafiantes y una actitud sin remordimientos. Su ascenso ha revitalizado la WNBA, atrayendo a una nueva generación de seguidores. Incluso quienes la critican no pueden negar su influencia ni su magnetismo en las redes sociales.
Reese creció en un barrio difícil de Baltimore, criada por una madre soltera que trabajaba en múltiples empleos. Desde pequeña mostró una fortaleza inquebrantable, jugando al baloncesto contra niños y forjando su carácter. Su padre, también exjugador, estuvo ausente en su vida. Ella atribuye a ese entorno su valentía dentro y fuera de la cancha. Recientemente, saldó la hipoteca de la casa de su madre, un gesto simbólico que refleja cuánto ha progresado. Reese se mantiene firme en su identidad y no duda en desafiar las narrativas tradicionales sobre cómo deben comportarse las atletas, especialmente las mujeres negras.
Su rivalidad con Caitlin Clark ha intensificado aún más su exposición mediática. Ambas representan contrastes: Clark, una tiradora refinada de los suburbios, y Reese, una aguerrida reboteadora del centro urbano. Sus enfrentamientos universitarios estuvieron llenos de dramatismo, gestos polémicos y consecuencias virales. En un reciente incidente en la cancha, Reese fue blanco de ataques racistas en línea, mientras que Clark fue mayormente exonerada. Incluso analistas respetados como Skip Bayless han criticado duramente a Reese, ignorando los evidentes dobles estándares raciales que un estudio reciente ha confirmado: Reese recibe mucha más atención negativa por acciones idénticas a las de Clark.
A pesar de la negatividad, Reese brilla como figura cultural y comercial. Con más de cinco millones de seguidores en Instagram —superando a Caitlin Clark e incluso al MVP de la NBA, Shai Gilgeous-Alexander— es conocida como "Bayou Barbie", un apodo inspirado en su etapa universitaria en Luisiana, que incluso llamó la atención legal de Mattel, pero que se consolidó entre sus fans. Ha conseguido lucrativos contratos con marcas como McDonald's, Mercedes, Goldman Sachs y Reebok, generando ingresos estimados en 5 millones de dólares, muy por encima de su salario en la WNBA. Su aparición en la edición de trajes de baño de Sports Illustrated generó críticas, a las que respondió reafirmando su derecho a ser fuerte, estilosa y exitosa. Incluso ha planteado la posibilidad de que las jugadoras de la WNBA hagan huelga por mejores salarios, reafirmando su compromiso con el cambio.