La victoria de Sinner por 6-3, 6-0 y 6-4 no solo reafirmó el dominio del joven italiano, sino que también marcó el final de una era para el tenis francés. En la mítica tierra batida de París, el encuentro representó el último capítulo de una carrera que cautivó al público durante casi tres décadas. La despedida de Gasquet tuvo un aire poético, acorde con su historia, ya que desde niño estuvo bajo la mirada del mundo del tenis.
El legado de Gasquet no se mide tanto por títulos de Grand Slam, sino por la elegancia de su juego, especialmente su exquisito revés a una mano, considerado uno de los más bellos en la historia del deporte. El portal Tennis.com lo ubicó como el quinto mejor revés de la Era Abierta, elogiando su arte y gracia, al nivel de leyendas como Federer, Wawrinka y Henin.
Desde muy joven, Gasquet fue considerado un prodigio. A los nueve años apareció en la portada de la revista Tennis, y a los doce ya había vencido a Rafael Nadal en un torneo juvenil. Aunque nunca logró vencer de forma constante a Nadal, Federer o Djokovic, tuvo una carrera destacada con 16 títulos ATP, una Copa Davis, una medalla olímpica y tres semifinales de Grand Slam. En 2009 superó una controversia por dopaje al demostrar que fue una ingestión accidental, y mantuvo su constancia con victorias en torneos ATP durante 24 temporadas consecutivas.
Su biógrafo, Franck Ramella, reflexionó sobre el peso de las expectativas nacionales que acompañaron a Gasquet desde la adolescencia. Francia, en busca de un nuevo campeón masculino tras Yannick Noah, depositó en él muchas esperanzas que nunca terminó de abrazar del todo. Gasquet eligió otro camino: el del placer de jugar con estilo y sensibilidad. Aunque no cumplió todas las expectativas, deja un legado de belleza, perseverancia y distinción silenciosa en la historia del tenis francés.
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