En septiembre de 2023, siendo ya el número uno del mundo y con dos títulos importantes ese mismo año, Scheffler buscó la ayuda de Phil Kenyon. Aunque su juego desde el tee hasta el green era impecable, su putting seguía siendo un problema evidente. Su dificultad para convertir putts cortos lo dejaba expuesto en momentos decisivos.
En ese momento, las estadísticas del PGA Tour mostraban que la mayoría de los jugadores acertaban alrededor del 90% de los putts desde 1,20 metros. Scheffler, sin embargo, solo lograba el 80%. A pesar de ser el mejor jugador del mundo, se encontraba fuera del top 150 en estadísticas de putting, lo que generaba constantes cuestionamientos sobre su rendimiento en los greens.
Ahí entró en escena Phil Kenyon, uno de los entrenadores de putting más respetados del golf. Bajo su tutela, Scheffler realizó ajustes fundamentales: mejoró la lectura del green, modificó el agarre del putter y, lo más significativo, cambió de un putter tipo blade a uno tipo mallet, lo que mejoró notablemente su alineación y consistencia.
Para febrero de 2024, la transformación aún no se había completado. Tras quedar décimo en el Genesis Invitational, Scheffler confesó a su amigo Brad Payne que se sentía mental y emocionalmente agotado. Esa conversación resultó ser un punto de inflexión.
En su siguiente torneo, debutó con el nuevo putter tipo mallet, y el cambio fue inmediato. Ganó cuatro de sus cinco siguientes competencias, incluyendo su segundo título en el Masters con una ventaja de cuatro golpes. Durante la temporada, sumó siete títulos del PGA Tour, ganó el Campeonato de la PGA de EE.UU. y coronó su año con una medalla de oro olímpica en París.
De cara al The Open Championship, Scheffler llega en su mejor momento: tres victorias y siete top 10 en sus últimas diez participaciones. Su renacer en el putting ha cimentado su estatus como el golfista más dominante del mundo.
Reflexionando sobre su éxito, Phil Kenyon declaró a BBC Sport: “Ver a Scottie puttear con tanta confianza en el Masters de 2024 fue un momento muy especial. Fue la recompensa a un proceso lleno de dudas y críticas. Lograr ese éxito tan pronto en nuestro trabajo fue muy satisfactorio.”
La historia de Scheffler demuestra que incluso los mejores pueden evolucionar, y que a veces, los cambios más pequeños pueden generar los mayores logros.
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