Doce años después del fallecimiento de Jerry Buss —el arquitecto visionario que convirtió a los Lakers en la joya de la NBA—, sus hijos concretaron la venta del equipo por una cifra récord. Lo que comenzó como el sueño de un hombre que salió de la pobreza en Wyoming y construyó un imperio inmobiliario, ahora queda en manos de TWG, un conglomerado global de inversiones deportivas.
Esta venta no solo representa un cambio profundo para la franquicia angelina, sino también para el ecosistema de la NBA, dando paso a una nueva era en la que megacorporaciones reemplazan a los propietarios tradicionales como fuerzas dominantes en el deporte estadounidense.
Jerry Buss revolucionó el baloncesto al convertir los partidos de los Lakers en eventos de glamour y espectáculo, fusionando el deporte con el brillo de Hollywood. Bajo su dirección, el equipo ganó diez campeonatos y se convirtió en una marca global. Tras su muerte en 2013, sus seis hijos heredaron el club, pero lucharon por mantener una visión unificada. Las disputas internas, especialmente entre Jeanie Buss y sus hermanos, debilitaron la dirección. A pesar de incorporar a inversores externos y leyendas como Magic Johnson, el equipo no pudo competir con los nuevos modelos de propiedad liderados por multimillonarios.
Con la llegada de TWG —grupo que también controla a los Dodgers de Los Ángeles, al Chelsea FC y tiene participación en la Fórmula 1—, los Lakers entran en una etapa de gestión corporativa global. Liderado por Mark Walter y respaldado por Mubadala Capital de Abu Dabi, TWG pretende transformar la operación del club y rodear a figuras como Luka Dončić con talento e infraestructura de élite para restaurar su dominio.
La venta ocurre en un momento crucial para la NBA, que se prepara para añadir dos nuevas franquicias y tras la reciente venta de los Boston Celtics por 6 mil millones de dólares. La valoración récord de los Lakers eleva los estándares económicos del baloncesto y acentúa la supremacía financiera de los grandes capitales. Los ingresos por expansión inyectarán miles de millones en las arcas de los propietarios, sin repartir beneficios directos entre los jugadores.
Al final, como en muchas historias estadounidenses, los grandes ganadores no son los fanáticos ni los atletas, sino los multimillonarios. La venta de los Lakers simboliza una transición: de un legado construido con esfuerzo y visión a una era dominada por el capital global y el control empresarial.
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